lunes, 26 de enero de 2009

El asesinato dePrim (I)




Conocidos con detalle los hechos más inmediatos, todavía hoy se habla de misterio y se lanzan diversas hipótesis sobre los auténticos planificadores del magnicidio.
Los hechos podemos resumirlos del siguiente modo. La revolución gloriosa que había destronado a Isabel II está a la búsqueda de un rey, había conseguido que las Cortes aceptasen la candidatura de Amadeo de Saboya y que este no hubiese rehusado el cargo. El promotor de la candidatura era el general Prim. Este popular y valeroso general había llegado a la cúspide de su carrera. Héroe ya en la primera guerra carlista ganó ascensos y títulos con su valor en el campo de batalla, llegando a marqués de Castillejos con grandeza de España. Artífice de la revolución de septiembre ocupa en ese momento la presidencia del Consejo de Ministros.
Su posición le obliga a tomar decisiones que van minando sus apoyos y comprometiendo su popularidad. No es lo mismo estar en la oposición que en el gobierno. Su posición favorable a la monarquía le aleja de los republicanos, algunos de los cuales le empiezan a ver como un traidor. Los borbónicos, alfonsinos o isabelinos, no le perdonan sus hechos y su famoso discursos “jamás, jamás, jamás” en el que afirma que la dinastía de los borbones nunca regresará al trono. La búsqueda de un rey le va granjeando enemistades entre los candidatos rechazados y oposiciones en el Parlamento.
Corría el día 27 de diciembre de 1870, sobre las siete y media de la tarde el general abandona el Parlamento después de charlar y bromear con varios diputados. Es una tarde fría y desapacible, está nevando y ya ha oscurecido. Abandona las Cortes y sale a la calle Floridablanca. Sube a su carruaje. Ya montado en el coche se presentan Sagasta y Herrero de Tejada para comentarle detalles de última hora. Los hace subir y en el vehículo departen un rato. Acabada la conversación los visitantes descienden y dejan lugar a dos ayudantes del general: Moya y Gónzalez Nadín. El cochero pone en marcha la berlina. Al llegar a la calle del Turco a la altura de las casas número 1 y 3 se detiene porque el paso está obstaculizado por otros dos carruajes, uno estacionado y otro acaba que acaba de llegar. El ayudante Moya a través del vidrio del coche distingue a unos hombres armados con trabucos y alerta:
“¡Mi general, que nos hacen fuego!”.
Hombres armados se acercan. Uno rompe el cristal y apuntando a Prim le dice:
“¡Prepárate que vas a morir”.
Al instante se desencadena un lluvia de fuego, la metralla entra en tromba por ambos lados. El cochero fustiga los caballos al darse cuenta de lo que está ocurriendo y consigue sortear los obstáculos. Llega al palacio de Buenavista, residencia del Ministerio de la Guerra. La mujer de Prim, sobresaltada por los disparos que ha oído, los aguarda. El general le dice:
“Mira como han puesto a tu marido”.
Sube la escalera dejando un reguero de sangre y entra sus habitaciones. Le ayudan a quitarse el abrigo. Está herido en la mano y en el hombro. Se avisa a los médicos.
Las heridas son graves y a pesar de los intentos de diversos galenos Prim fallece tres días después, a las nueve de la noche del 30 de diciembre.
En esos días las noticias y los rumores sobre lo ocurrido se disparan. Se habla de que se un grupo de embozados avisó de la salida del carruaje a través de una señal. Uno enciende un fósforo, al verlo se enciende otro y así a través de la cadena la señal llegaría desde la puerta del Parlamento a la calle del Turco donde los asesinos se disponen a cumplir con su tarea.
Estos detalles son conocidos como otros muchos, pero sobre los últimos responsables aún hoy no se ha hecho la luz. Ni los dieciocho mil folios del sumario, ni el cúmulo de artículos y libros publicados consiguen levantar los velos del misterio.

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